Cuando uno siente y habita los lugares desde ahí, las personas se vuelven más familia y el mundo pasa a ser algo parecido a un hogar. Entonces se produce la magia de cuidarnos, de respetar todas esas diferencias, culturas, formas de ver la vida, que hoy (por no sentirlo así) tienen a la tierra llena de rabias y guerras, de competencias, de fronteras.
Viajar es una gran escuela que debería experimentarse como mínimo una vez en la vida, así como se junta dinero para llevar a los hijos/hijas a la Universidad (por lo menos acá en Chile se debe ahorrar para acceder a eso) deberíamos tener una cuenta para este ítem, el de aprender viajando, la mejor escuela de habilidades blandas y emociones (e idiomas, historia y geografía etc.) que puede tener un joven antes de decidir qué es lo que le apasiona en la vida, que es lo que quiere hacer antes que la máquina de la adultez ya no pare.
El mejor regalo que le puedo dar a mi hija es darle la oportunidad que conozca el mundo (o un pedacito de él) y el mejor regalo que le puedo dejar al mundo, es una niña/joven/adulta consciente y respetuosa, tolerante, que sabe que allá afuera también está su hogar.
Y el que no pueda, por las millones de razones que existen en el mundo para no poder, lea. Es una hermosa y tremenda forma de viajar también.
…desde mis verdades, una mamá de alma viajera.
Carla. ZR.